Comentario
Después de la derrota de Caporetto, en 1917, y la relativa retirada hasta el río Piave, en 1918, las tropas italianas se encontraban situadas a lo largo del borde meridional de los Alpes, desde el Stelvio hasta el Monte Grappa, y de aquí, a lo largo de la rivera derecha del río, hasta casi Venecia. En la otra orilla se encontraba el ejército austriaco, que había llegado hasta allí victorioso, aunque ya sin reservas y con una nación cansada y extenuada. Ya se percibía próximo el fin de la guerra, pero mientras que la industria bélica austriaca estaba en crisis por falta de materias primas, la italiana estaba en plena actividad, gracias también a la ayuda de los Estados Unidos de América, que pedía continuamente armas en grandes cantidades. En 1915 el ejército italiano tenía 900.000 fusiles y 170.000 mosquetones; al final de la guerra, tan sólo el arsenal de Terni había producido 2.100.000 fusiles, el de Brescia más de 500.000 mosquetones, y el de Turín y Torre Annunziata (Nápoles) una enorme cantidad de componentes para las reparaciones y las refundiciones.
El fusil modelo 1891 lo tenían en dotación en la infantería, los granaderos, los tiradores al blanco, los artilleros de campaña y los alpinos, además de los carabineros y las tropas de desembarque de la Marina. Sin embargo, los tiradores al blanco ciclistas, los tiradores de metralleta, la artillería de montaña, el cuerpo de ingenieros, parte de la artillería y de la aviación, usaban el mosquetón de las tropas especiales. Todas las armas de caballería usaban el mosquetón de caballería. En junio de 1918, el mando austriaco decidió realizar una gran ofensiva que se convertiría en la última: incluso aunque no hubieran conseguido una victoria importante, al menos le habría permitido a Austria tratar la paz en condiciones ventajosas.
La ofensiva se desencadenó al mismo tiempo en el altiplano de Asiago, en el Monte Grappa y en el río Piave. En las dos primeras zonas no tuvieron éxito y fueron reducidos rápidamente, mientras que en el Piave, en dos trayectos, las tropas austriacas consiguieron atravesar el río y establecer una cabeza fuerte en la orilla derecha. En teoría, las dos acciones habrían tenido que encontrarse y dirigirse hacia el Treviso, pero dicho encuentro no se produjo, por lo que se resolvieron en dos batallas separadas. Veamos la del Monte Grappa, el Montecillo. Se trata de una colina baja y larga que arranca de la llanura véneta, al norte del Treviso, de forma ovalada, con una punta hacia el noroeste y rodeada por un recodo del río Piave, en donde el lecho del río se estrecha considerablemente. Aquí, la mañana del 17 de junio, después de un mes de cuidadosa preparación, los austriacos atravesaron el río con tres divisiones de infantería (más de 30.000 hombres), de las cuales dos eran cazadores, es decir, tropas de choque bien adiestradas.
Después de un duro combate con gases en las primeras líneas italianas y una ocultación con humo de todo el guijarral del río, los austriacos ocuparon sin mucho esfuerzo la avanzadilla italiana de la colina orientándose enseguida en dos direcciones. Una parte se dirigió hacia Nervesa intentando, aunque en vano, desembocar en la llanura, al sur, hacia la otra parte del puente que, mientras tanto, se había formado en el bajo Piave; la otra parte, más consistente, se dirigió hacia la orilla norte de la colina hasta Casa Serena, reorientándose después hacia el sur y atravesando y ocupando el costado del Montecillo hasta Ginebra. Esto ocurrió el primer día, pues en los dos días que siguieron, la fuerte resistencia italiana en las líneas que había a continuación y la imposibilidad de los austriacos de llevar más allá del río la artillería campal frenó el avance transformándolo en guerra de posiciones. Éste fue el comienzo de la derrota. Los italianos hicieron llegar rápidamente refuerzos en todas las líneas alrededor del Montecillo, dos cuerpos de la armada, de los cuales uno provenía del norte y otro del sur (además de las tropas que ya se encontraban en el campo de batalla, casi 80.000 hombres). Con esta gran fuerza de maniobra, los italianos intentaron cercar a los austriacos. Nervesa fue conquistada y apresada en varias ocasiones en medio de duros ataques de la infantería, que combatió valerosamente por ambas partes, tanto que los austriacos confundieron con tropas de asalto los destacamentos de infantería italianos. La artillería campal bloqueó los movimientos de los cazadores austriacos, mientras que la artillería pesada barrió continuamente la retaguardia enemiga.
La aviación italiana, claramente superior tanto en calidad como en cantidad, destruyó en repetidas ocasiones los puentes y pasarelas sobre el río Piave, realizando un servicio continuo de señalización para la artillería, y atacando a baja cuota a la infantería. En estas condiciones fue abatido el as italiano Francesco Baraca, al parecer de un disparo de fusil austriaco. En el Montecillo combatían ininterrumpidamente al menos una veintena de carros italianos; los austriacos comentaron después que no podían ni tan siquiera levantar la cabeza de las trincheras.
Por otra parte, los italianos tenían una gran abundancia de municiones (150 disparos por cada fusil), que transportaban en camiones hasta las líneas enemigas, mientras que los austriacos tan sólo disponían de un centenar y tenían que transportarlas a hombros hasta la otra orilla del río Piave. Los austriacos se dieron cuenta rápidamente que seguir era un fracaso y que, por otra parte, no podían quedarse quietos en el Montecillo si no querían encontrarse cercados más allá del río. Por tanto, tan sólo quedaba la opción de rendirse. A pesar de ello, la derrota no se convirtió en una derrota total, ya que los destacamentos austriacos se retiraron con calma y en orden, llevándose más allá del río la poca artillería que les quedaba. Un momento difícil fue cuando los primeros infantes italianos, en avanzadilla, aparecieron a orillas del Montecillo haciendo fuego sobre la retaguardia, delante de los cuales no había más que puentes destruidos. Sin embargo, utilizando las últimas barcazas con las que se habían construido los puentes, consiguieron ponerse al seguro. Lo mismo sucedió en las cabezas de puente del bajo Piave, las cuales, ya solas, no tenían ninguna posibilidad de hundirse. Los italianos renunciaron a seguirles más allá del río, seguimiento para el que sus líneas defensivas no estaba preparado. Dicho seguimiento se producirá tres meses después, y se conocerá con el nombre de avanzada de Vittorio Veneto, con la que se pondrá fin a la guerra.